Pedro Fumero
Pedro Fumero Matos, es el actual residente de la Casa Winter y pionero en realizar una investigación a fondo sobre la misteriosa villa.
Nació en 1969 en Tenerife, donde su madre se mudó de joven en busca de trabajo, aunque su familia es originaria de Fuerteventura, concretamente de Jandía.
Siempre tuvieron una conexión directa con Winter y con la mansión de Cofete, ya que Rafael, el abuelo materno de Pedro, participó como albañil en las obras de la casa e incluso tenía una cercana relación con Gustavo Winter.
Posteriormente, cuatro de los tíos de Pedro, fueron contratados por la familia del alemán como guardianes de la casa a finales de los años sesenta del siglo pasado.
A cambio de cuidar el palacete, ellos residían allí, y obtenían una discreta paga que junto con lo que conseguían de cuidar algunas cabras, les alcanzaba para vivir.
Sus nombres eran José, Rafael, Agustín, y Rosa Matos Viera. Todos ellos eran discapacitados a excepción del primero.
Su tío Rafael, moriría a los pocos años debido a una malformación en su columna que afectaba a sus órganos, quedando José a cargo de sus dos otros hermanos quienes padecían una discapacidad mental de grado tres.
Los hermanos: José, Rosa, Luciano (de visita) y Agustín Matos Viera. Foto: Archivo Fumero
Durante su niñez, Pedro realizaba junto a su madre y hermanos, visitas a sus tíos en la afamada casa, también pasaba tiempo con su abuelo (quien había vivido toda su vida en Jandía), y le hablaba sobre el verdadero papel que había tenido la Casa Winter durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, tras la muerte de su abuelo y con el paso de los años, el contacto de Pedro con sus parientes de Cofete se fue diluyendo.
Tiempo más tarde, en 1996, los Winter vendieron el palacete junto a varios terrenos de alrededor, a una gran empresa canaria dedicada al sector hotelero y la construcción.
Los habitantes de la Casa Winter, ajenos a esta operación de venta, dejaron de percibir su pequeño sueldo de conserjes, pero acostumbrados a vivir de la huerta y de sus animales, continuaron con su austera forma de vida.
Mientras tanto en Tenerife, Pedro trabajaba como taxista, había formado una familia y tuvo 2 hijas a las cuales adora. Todo transcurría con normalidad, hasta que en el año 2012, una llamada telefónica desde Fuerteventura cambiaría su vida para siempre.
La llamada informaba de que su tío José estaba muy enfermo, así que Pedro se dirigió hacia allí de inmediato. Tras aterrizar, fue directo a la Casa Winter, en la cual encontró una escena que le encogió el corazón. Atónito, contemplaba la imagen que había ante sus ojos: sus tíos, discapacitados y ya ancianos, se hallaban en el interior de la casa en condiciones de total abandono. Su tía Rosa, tenía la pierna fracturada y arqueada por no haber recibido atención de ningún tipo, su tío José con cáncer terminal, caminaba pálido y escuálido apoyándose torpemente en las paredes, y Agustín, a parte de su grave discapacidad mental, se había convertido en alcohólico, y era víctima de burlas y abusos por parte de algunos lugareños desalmados.
Ninguno podía valerse por sí mismo, descuidaban su alimentación y aseo, y acumulaban la basura junto al sitio donde dormían en unos colchones viejos.
Una gran indignación y tristeza invadieron a Pedro, ¿Nadie podía haber dado aviso de esta situación anteriormente? ¿Dónde estaban los otros familiares que aun residían en esta isla? ¿Dónde habían estado las autoridades y los servicios sociales? Al parecer esta situación no era ningún secreto en la zona, pero nadie había reaccionado ante ello…
Detalle de las manos de Agustín de San Marcos Matos Viera. Foto: Graciela Rosales.
Pedro tomó entonces, la decisión de dejar a un lado toda su vida anterior para dedicarse por completo a su desvalida familia. Ese mismo año, se mudó a la Casa Winter junto a sus tíos, pero José murió irremediablemente dos meses más tarde debido al avanzado cáncer, Rosa tuvo que ser operada e ingresada en una residencia ya que necesitaba atención especializada, y Agustín quedó a cargo de Pedro, quien a día de hoy, aún se ocupa del bienestar y de tratar el alcoholismo de su tío.
Una vez instalado en la mansión de Cofete, Pedro empezó a recordar las historias que su abuelo le contaba sobre los “barcos al revés” (como llamaba a los submarinos) que aparecían en la costa cercana a la villa. Pero al preguntar a la gente del lugar, algunos parecían hablar de ello con temor y secretismo, y otros lo tachaban directamente de disparate. Pedro sabía que su abuelo no mentía, y se propuso explorar cada rincón de la casa para encontrar pruebas que demostrasen la verdad que aún permanecía oculta.
Se han cumplido diez largos años desde que Pedro Fumero reside en la Casa Winter. Su empeño por seguir investigando, le ha costado relaciones sentimentales, el distanciamiento con su familia y amigos, y la incomprensión de mucha gente.
Además, desde el inicio de sus indagaciones, ha sido víctima de sabotajes en su suministro de agua, incendios provocados en los motores con los que se abastece de electricidad, o incluso le aflojaron las ruedas del coche.
Considerado loco por algunos, y valiente por otros, una cosa está clara: gracias a su actitud decidida y luchadora, ha conseguido revivir y sacar a la luz, una gran historia canaria de alcance mundial, que no se puede dejar en el olvido.
Además, y a pesar de haber recibido denuncias por ello, Pedro ha realizado trabajos de mantenimiento en la histórica Casa Winter para evitar su deterioro. Para ello ha utilizando únicamente sus ahorros, y la voluntaria ayuda económica de los turistas que visitan la villa.
A pesar de todas las dificultades, Pedro está decidido: va a llegar hasta el final, cueste lo que cueste.